Después de leer el
Libro II de esta gran obra de Rousseau, considero que su lectura debería ser
obligatoria, no sólo para todos los docentes, sino para la sociedad
en general y, así, tener un
concepto más claro y evidente de la educación. Pero está claro que las grandes obras de la Literatura
universal no llaman
la atención de todos los públicos.
Para Rousseau, la primera infancia consiste en
atender la vida del niño y sus necesidades desde que nace para que consiga
su bienestar físico y equilibrio emocional. La persona más apropiada para estar
junto a ese niño es la madre. Se opone a la práctica de fajarlos, basándose
en que la libertad, también en un sentido puramente físico, es
indispensable para un sano desarrollo. Esta opinión la aplica de forma
ligeramente distinta a cada etapa de la vida. En la infancia, la amplía para
incluir la actividad y la experiencia, puesto que éstas resultan de la libertad
de movimientos, que son tan indispensables para la educación mental y emocional, como para el
crecimiento. Rousseau establece en estos capítulos cierto número de normas de
conducta. Señala, por ejemplo, los peligros de ser excesivamente tolerantes con
los niños, permitiéndoles adquirir una posición de dominio; afirma que hay que ayudarles y
dejarles libertad en el uso de sus fuerzas.
Rousseau hace una crítica a la educación moral
de su época. Él cree que los conceptos morales abstractos no los comprende
un niño normal antes de los doce años y de nada le va a servir el castigo.
Además, él opina que el maestro puede enseñar al niño los aspectos morales de
una manera más práctica, desde la experiencia del niño y comete un gran
error si no lo ve como a un niño, sino como a un futuro hombre. En este
sentido, Rousseau define la educación positiva y la educación negativa como:
“Llamo educación positiva a la que busca
formar el espíritu prematuramente y hacer que el niño conozca los deberes
propios del hombre. Llamo educación negativa a la que busca
perfeccionar los órganos, instrumentos de nuestros movimientos, antes de
procurarnos los conocimientos y que prepara para el uso de la razón mediante el ejercicio de
los sentidos. La educación negativa no es ociosa ni mucho menos: no ofrece las
virtudes, pero previene los vicios; no enseña la verdad, pero preserva del
error, predispone al niño a todo lo que puede conducirlo a lo verdadero
cuando esté en condición de entenderlo, y al bien cuando este en condición de
amarlo”.
La educación negativa es la que hace madurar al
niño. Sin embargo, este método naturalista no es fácil de adquirir, ya que el niño ha
de adquirir las enseñanzas de manera autónoma y el preceptor tiene que preparar
situaciones concretas eficaces para que lo logre.
Rousseau opina que el deber y la obediencia son
conceptos que deben
evitarse y, la generosidad y la amabilidad son conceptos que deben estimularse
en la educación del niño y no a través de palabras sino e hechos y dando
ejemplo para que el niño lo vea y lo aprenda. Para explicar esto pone el
ejemplo de la limosna.
Según Rousseau, los más brillantes pensamientos
pueden venir de un niño, pero no por eso, hay que tratarlos como a una persona
adulta; hay que tratarlos como a su edad corresponde.
En cuanto a la educación de los sentidos,
Rousseau cree que la educación sensorial es muy importante para que el niño
obtenga una educación completa y, además, para que esta educación completa sea realizada
bajo un plan pedagógico de cara al
futuro. El autor afirma que el niño tiene la misma capacidad para recibir
estímulos que el adulto a través de los sentidos, pero el niño no posee experiencias
previas para utilizarlas o sacar mayor rendimiento. Además, destaca que es muy
importante la educación sensorial desde que el niño nace porque cuánto mayor
estimulación tenga desde pequeño, mayores y mejores serán sus
posibilidades en el futuro tanto desde el punto de vista físico como desde el
punto de vista intelectual. Por otro lado, la educación de los sentidos va
a permitir al niño conocer y aprender todo aquello que le rodea y su relación con
el mundo.
Por último, decir que las ideas de Rousseau
difieren un poco con la educación de hoy día, ya que según Rousseau, el niño de
cero a cinco años debe ser educado por su madre y, hoy día, por causa de la
situación actual, muchos niños antes del año ya ingresan en la guardería
permaneciendo más tiempo con la educadora que con la madre.
Rousseau dice que hay que estimular al niño
para que obre por sí mismo y, hoy día a los niños se les delegan diferentes
labores escolares.
Según Rousseau no hay que pedir
al niño lo que aún no necesita hacer y, hoy día las escuelas exigen un nivel de
aprendizaje del niño para recibirlo en las escuelas primarias.
Según Rousseau, los primeros maestros de un
niño son sus pies, manos y ojos y, hoy día los maestros de un niño son los
libros.
Para Rousseau, el niño aprende a satisfacer sus
necesidades sufriendo las consecuencias de sus actos, mientras que hoy día, se
les facilitan las cosas, les dan todo sin que él luche por sus cosas.
Para Rousseau, la experiencia centra el interés del niño,
mientras que hoy día, buscan la concentración del niño con lecturas y/o
películas.
Para Rousseau, vivir no es respirar solamente sino también
obrar, hacer uso de nuestros sentidos que nos dan el último conocimiento de
nuestra experiencia. Y, hoy día, no se enseña a vivir, sino a adquirir uno
conocimientos impuestos por colegios, para así obtener un título y trabajar.
Según Rousseau, los pedagogos son personas que
se limitan a enseñar materias y
conceptos como a un adulto, y hoy día, los pedagogos adaptan el
currículo a las necesidades de los alumnos y a su nivel de conocimiento.
Según Rousseau, el preceptor enseña al niño conceptos que no
entiende y con unos métodos y un vocabulario sin diferenciar entre niño y adulto (el
ejemplo lo pone con el uso de las fábulas y el lenguaje que emplean), y, hoy
día, la metodología está adaptada a cada nivel del niño.
Según Rousseau, el preceptor ha de ser un guía para el niño y no alguien que
le diga todo lo que tiene que hacer y cómo lo tiene que hacer porque si no, no
razona (aquí vemos la idea que se tiene del profesor en la escuela de 2030), y hoy día, aún se
tiene la idea de que el profesor es el que da la clase magistral y el niño
aprende lo que se le explica (aunque este concepto ya está empezando a
cambiar).
Está claro que, aunque se trata de una obra
escrita en el siglo XVIII, Rousseau ya nos estaba indicando cómo debemos educar y hacia qué dirección ha seguir la
educación para que pueda tener éxito. Su lectura, aunque
difícil en algunos momentos por su
lenguaje, da la sensación de que está hablando de situaciones y momentos actuales, del siglo XXI. Por lo que esto
indica que Rousseau ya se estaba adelantando a su tiempo. También es verdad que, muchos aspectos
de los que él ya hablaba por aquel entonces, aún están sin resolver.
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